6.10.10

José María Millares Sall

Ayer Míchel J. Millares me dio la noticia.

Todavía hoy estamos emocionados. Mis amigos (hablo con Oswaldo Guerra; me emociono con Alicia Llarena y Alexis Ravelo; me felicita Nayra Pérez...), con los que comparto tantas cosas, se sienten dichosos por la nueva. Ahora vienen los homenajes y nosotros, íntimamente, nos alegramos, porque hubo muchos que callaron, "y criminalmente", como escribiría Graciliano Afonso, cuando el poeta estaba entre nosotros. Nos alegramos por la justicia; por la verdad.

Hace unas semanas, Eugenio Padorno recordaba, en una mesa redonda que se había organizado para celebrar a Pedro Lezcano y, con él, a los miembros de Antología cercada, la frase que María Rosa Alonso decía sobre los autores canarios, que, cuando mueren, mueren dos veces. Hoy sentimos que, por fin, los muertos pueden revivir; que las palabras que dijeron y que destilan una verdad única volverán a ser dichas.

El Premio Nacional de Poesía, convengo con Eugenio Padorno, es un premio que va dirigido a una generación poética única -la de Ventura Doreste, Agustín Millares Sall, Pedro Lezcano, (Juan Mederos), y (aun en la distancia) Ángel Johan; los miembros de Antología cercada (también Juan Manuel Trujillo merece un lugar en esta nómina)-. Pero el premio reconoce además una poesía, como la de José María Millares, que se cimienta en la verdad; que nos sorprende por su vigor. Con los Cuadernos, se le viene a reconocer uno de los títulos fundamentales para las letras hispánicas, Liverpool. José María Millares, generoso y sencillo, llevará de la mano a otros tantos poetas que desde Canarias han creado una "atmósfera poética" -como escribiría Agustín Espinosa- que dota de sentido este paisaje.

Más allá de los gestos de cara a la galería, más allá de la apariencia, está la esencia.